- Era un apogeo del tráfico de mariguana y amapola, balaceras, violencia por todo Culiacán, que obligó al gobierno federal a emprender una lucha contra los “gomeros”
Por: Carlos Velázquez Martínez
Culiacán, Sinaloa, 16 de octubre.- Aquella mitad de la década de los setenta, Culiacán se convulsionaba por la violencia que provocaban los llamados “gomeros”. En plena ciudad; se disputaban la plaza, a punta de metralleta, para vender la goma de amapola bajada de la sierra de Badiraguato para producir heroína.
Proliferaba la mariguana y la colonia Tierra Blanca destacaba en los fragmentos de corridos dedicados a los narcotraficantes de aquella época. Fue el tiempo en que surgieron corridos de Lamberto Quintero, Pedro Avilés, El Culichi o el Cochiloco.
Entonces no había tantos medios de comunicación, ni impresos, ni radiofónicos. Mucho menos redes sociales o portales de Internet, que difundieran las balaceras, al instante.
Los homicidios de alto impacto que ocurrían a plena luz del día en calles céntricas de Culiacán se conocían hasta el día siguiente, o dias despues, en periódicos nacionales como La Prensa, Ovaciones, Alarma. Y, si acaso, en el noticiario principal de Televisa. Pero en la localidad ni se escamaba la sociedad.
Y eran tiempos en que había invasiones por los solicitantes de tierras que pedian afectar a latifundios de Sinaloa y Sonora. Los agricultores, pequeños propietarios se defendían a capa y espada.
El gobernador era Alfonso Genaro Calderón Velarde, quien lidiaba todos los días los embates periodísticos de la prensa conservadora y de sus detractores políticos, afiliados o simpatizantes, principalmente del Partido Acción Nacional (PAN).
En esa época ocurrieron balaceras en sectores céntricos de Culiacán. Las más espectaculares, una por la calle Francisco Villa, iniciando en la Funeraria San Martin, que entonces estaba ubicada en un pequeño local por la avenida Álvaro Obregon, entre las calles Francisco Villa y Boulevard Leyva Solano. Los balazos duraron varios minutos hasta la donde hoy se encuentra la Clínica Santa María.
Otro hecho fue cuando unos adolescentes asesinaron al jefe de la Policia Judicial del Estado, Alfredo Reyes Curiel, en plena avenida Obregón, esquina con Ciudades Hermanas, frente al templo de la Lomita.
Y uno más cuando un Mayor de Infantería, de apellido Sámano, fue asesinado por el boulevard Leyva Solano, precisamente frente a la Cruz Roja, que entonces funcionaba en un pequeño local, casi esquina con la calle Ruperto Paliza.
Las colonias Tierra Blanca y Lombardo Toledano fueron habitadas por muchos emigrantes de la sierra de Badiraguato. Se consideraban sectores de riesgo por vecinos de colonias de clase media que empezaban a crecer hacia la periferia de Culiacán.
Era un apogeo del tráfico de mariguana y amapola, balaceras, violencia por todo Culiacán, que obligó al gobierno federal a emprender una lucha contra el narcotráfico con la llamada Operación Cóndor. Cientos de soldados desfilaron por la avenida Álvaro Obregon para demostrar la fuerza militar que subiría a Badiraguato a combatir a los “gomeros”
Se estableció una oficina llamada Coordinación de la Campaña contra el Narcotráfico, dependiente de la entonces Procuraduría General de la República. Un periodista del diario Noroeste, que se acreditaba con el nombre de Roberto Martínez Montenegro, fungía como responsable de prensa de esa dependencia, pero a la vez era corresponsal de Excélsior (todavía con mucha influencia en la prensa nacional), y de la Agencia AP (Agencia de Prensa de Estados Unidos).
En febrero de 1978, Montenegro fue asesinado en la colonia Ejidal, cuando salía de las oficinas de la Coordinación de la Campaña contra el Narcotráfico, que se ubicaban en boulevard Emiliano Zapata, frente a la calle Guadalupe Victoria.
El gobernador Calderon Velarde sufrió una embestida política y mediática, tanto en Sinaloa (el diario Noroeste), como en la capital de la República. Sus detractores pedían su cabeza, su destitución. Y hasta padeció un secuestro o una detención parcial en la Novena Zona Militar. Lo responsabilizaban del asesinato del Mayor Sámano y del periodista Martínez Montenegro, además de los conflictos agrarios.
Tuvo que venir a Culiacán Fidel Velázquez Sánchez, entonces líder poderoso de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), a defender a Calderón, quien habia sido el primer gobernador surgido del sector obrero.
“Si tumban al gobernador, moveré a todos los sindicatos de la CTM del país para defender al compañero Calderon Velarde” advirtió Don Fidel.
El entonces presidente de la república, José López Portillo, designó a un grupo de investigadores de la Dirección Federal de Seguridad, encabezados por Miguel Nazar Haro, para solventar el caso de Martinez Montenegro.
El resultado fue que Roberto Martínez Montenegro no era su nombre original, sino que era originario de Guadalajara con su nombre real Carlos Humberto Ruíz Pérez. Habia llegado a Culiacán para incrustarse clandestinamente en la policia federal.
La investigación de Nazar Haro, le dio respiro al gobernador obrero Alfonso G. Calderón, quien pudo concluir su mandato el 31 de diciembre de 1980.
Ahora, el actual gobernador Rubén Rocha Moya padece una arremetida mediática y política, por la extracción de México del capo Ismael “Mayo” Zambada García y del gran amigo de éste, Hector Melesio Cuén Ojeda. Lo desazonado del caso es que la embestida proviene de los detractores políticos de la Cuarta Transformación y de ciertos periodistas maldicientes de Sinaloa que falsean la información que envían a los medios nacionales.
Pero, la salvaguarda del gobernador Rocha, parece más vigorosa: La presidencia de la República a través de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Y lo que son las ironías de la vida. El diario Noroeste, ahora asume cierta custodia al gobernador, sólo porque tiene un conflicto con la Universidad Autónoma de Sinaloa, cuando en años pasados fueron coautores del Premio de Periodismo “Payo del Rosario” para galardonar a reporteros de ese rotativo, porque en el certamen oficial del gobierno, nunca resultaban premiados.
¡Qué cosas!