SUBIDA POR: REDACCIÓN /
Ciudad de México.- La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, ha arrancado su periodo de transición con una declaración de intenciones clara: defenderá a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y no habrá apagones este verano. La promesa, emitida en tono firme durante su reciente conferencia, busca inyectar confianza en un país exhausto por las olas de calor y los cortes eléctricos intermitentes que han golpeado a varios estados del norte. Pero las declaraciones oficiales contrastan con una realidad técnica menos optimista.
En paralelo a su discurso, el propio Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) y la CFE emitieron una advertencia que parece ir en dirección contraria. Según sus estimaciones, julio representa un mes crítico: la alta demanda, el uso intensivo de aire acondicionado y la saturación de líneas de transmisión en regiones como Yucatán, Baja California, Chihuahua y Nuevo León podrían colocar al sistema al borde de su capacidad. Es decir, los apagones no solo son posibles, sino estadísticamente probables si se presenta una falla en la cadena o una variación abrupta en el clima.
Este escenario ha reactivado una conversación que México se ha negado a tener a fondo durante más de una década: ¿tenemos un sistema eléctrico preparado para el futuro?
Una promesa que no es nueva
La narrativa de “estamos preparados” no es exclusiva de este sexenio. Desde 2015, las administraciones federales han repetido el guion cada vez que el calor rebasa los 40 grados o cuando alguna planta en el norte se cae por mantenimiento no programado. En el centro del problema está el mismo dilema estructural: el Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional avanza, sí, pero siempre a una velocidad inferior a la del crecimiento de la demanda, especialmente en zonas industriales.
El documento más reciente del plan, publicado por la Secretaría de Energía y defendido esta semana por Sheinbaum, promete la entrada en operación de más de 2,000 MW de nueva capacidad instalada para 2025, además de reforzamientos en líneas clave como las del Bajío, Yucatán y el noroeste. Pero ni la velocidad de ejecución ni el presupuesto asignado garantizan una cobertura inmediata.
No se trata solo de más electricidad
La solución no es únicamente técnica, ni puede resolverse con megavatios adicionales. Lo que se juega en este sexenio y en los primeros pasos de Sheinbaum es una visión de largo plazo: ¿seguiremos apostando por una red centralizada, reactiva y burocrática, o caminaremos hacia un modelo distribuido, inteligente y descentralizado?
La transición energética no puede quedarse en el discurso ideológico. Requiere rediseñar incentivos, acelerar el despliegue de infraestructura y, sobre todo, tratar la información con transparencia. Negar la existencia de apagones o minimizar el margen de reserva como si fuera un tema de percepción no sólo desinforma: puede ser una bomba política en potencia.
Porque el problema no es que el sistema eléctrico falle una tarde de julio. El verdadero riesgo es que, cuando lo haga, la ciudadanía sienta que ya se le había prometido lo contrario.