México, 18 de febrero.- Paola Schietekat Sedas, una economista, politóloga y antropóloga mexicana que trabajaba en el Comité Organizador del Mundial de Futbol en Qatar, sufrió abuso sexual de una persona que ella consideraba su amigo. Sin embargo, tras acudir a denunciar antes las autoridades locales, pasó de acusadora a acusada con una condena en puerta de hasta 7 años de prisión y 100 latigazos.
Paola contó su historia en un artículo publicado por Julio Hernández “Astillero” el pasado 8 de febrero, en el que denunció que la representación del gobierno mexicano en Qatar no hizo nada para ayudarla.
“Este artículo lo escribí frustrada, harta y agotada, después de intentar absolutamente todo por la vía institucional. ¿Por qué las mujeres no denunciamos? Aquí les doy una razón”, señaló en redes sociales.
En su texto, la mexicana contó que lo que su “trabajo soñado” fue interrumpido el 6 de junio de 2021, cuando su agresor, perteneciente a la comunidad latina en Doha, se metió a su departamento por la noche y abusó de ella.
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“Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos o borrara por completo parte de ellos. Y denuncié. Denuncié porque, en un acto de amor propio, me negué a dejar que alguien lastimara así mi cuerpo de nuevo, sin consecuencias”, narró.
Tras el ataque, pasó la noche en un hotel por si su agresor decidía regresar. Tras obtener su certificado médico acudió a la policía en compañía del cónsul de México en Qatar para denunciar.
En su limitado árabe explicó la situación, le preguntaron si quería una orden de alejamiento, no hacer nada o ir a las últimas consecuencias, pero el shock, el miedo y la falta de sueño mermaron. Tras decidir ir a las últimas consecuencias, firmó su declaración en árabe y dio los datos de su agresor.
“Horas después, a las nueve de la noche, me hablaron por teléfono para acudir urgentemente a la estación de policía. Extrañada, pregunté si era necesario que una mujer que acababa de ser agredida fuera sola a la estación de policía a esa hora. Su respuesta fue que, si no iba, mi denuncia sería descartada. Tomé un taxi. Al llegar a la estación, los policías pusieron delante de mí a mi agresor”, contó.
Tras tres horas de interrogatorio, le pidieron una prueba de virginidad, pues su agresor argumentó que ella era su novia, y que habían tenido relaciones sexuales consensuadas, algo ilegal en Qatar.
“Tener una relación extramarital se paga con hasta siete años de cárcel, y en algunos casos la sentencia incluye cien latigazos. De un momento a otro, mi denuncia ya no importaba”.
Una denuncia de violación se centraba ahora en una “relación extramarital, mientras que, bajo mi abaya, la túnica que me recomendaron usar para parecer una ‘mujer de buena moral’, seguían las marcas, moradas, casi negras”, recuerda.
Tuvo que entregar su celular, mientras que su abogada apenas y pronunciaba palabra ante las autoridades. Contó que la solución que le dio su defensora y el representante legal de su violador era que se casara con su agresor para que el caso fuera cerrado, a lo que se negó.
Explicó que su caso fue referido a la corte criminal, y cuando por fin recibió el expediente, que, omitía todas las faltas cometidas por las autoridades qataríes, mientras que su agresor fue absuelto del cargo de violación porque, a pesar del informe médico, “no había cámaras que apuntaran directamente a la puerta del departamento” y no se podía comprobar la agresión.
Pero lo que sí siguió fueron los cargos por una relación fuera del matrimonio y Qatar le impidió volver al país, y la forzó además a pagar por su representación legal.
Fue el Supreme Committee quien la ayudó a salir del país. Su teléfono ya no importaba, aunque había grabado testimonios y los envió a Human Rights Watch para que publicaran en caso de que la arrestaran.
Paola Schietekat Sedas, acusó también que en todo el proceso no recibió ayuda del Servicio Exterior Mexicano, quien dice, no tiene un protocolo de protección a víctimas con perspectiva de género.
“Nadie de las y los diplomáticos hablaba ni un poco de árabe, pero tampoco tenían el menor conocimiento de las leyes locales”, añadió.
Denunció a una embajada que tiene una carga de trabajo de protección consular mínima, dado los pocos más de 600 mexicanos residiendo en Qatar, y preguntó: “¿Cómo servirá esa misma Embajada a miles de mexicanas y mexicanos que asistan al mundial?”
Finalmente, refiere que respiró con alivio cuando al final sellaron su pasaporte y la dejaron regresar a México.