El iPhone del Kevin que nunca disfrutará y seguira pagando

Ahora, Kevin no sabe qué hacer. No tiene seguro, no tiene chip, no tiene esperanza. Solo tiene una deuda y una historia que contar.
Ciudad de México, 20 de septiembre.- Era viernes, de esos que huelen a garnacha y a esperanza. El chamaco, de nombre Kevin, 24 años, godín de tiempo completo en una empresa privada de la colonia Del Valle, se despertó con la emoción desbordada. Hoy no era cualquier día. Hoy, después de meses de ver reseñas en YouTube, de comparar precios en Mercado Libre y de soñar despierto mientras viajaba apretujado en el micro, iba a comprarse su iPhone 17. El celular de sus sueños. El que tenía tres cámaras, reconocimiento facial, y hasta parecía que te hacía sentir más guapo.
Vivía con sus jefes en la colonia Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa. Su cuarto, decorado con pósters de Bad Bunny y una repisa llena de Funkos piratas, era su santuario. Ahí había hecho cuentas, sumado y restado, hasta que encontró la fórmula mágica: 152 pagos semanales de 440 pesos. Un compromiso de casi tres años, pero ¿qué importaba? El iPhone lo valía.
Así que se lanzó al Elektra de Ermita Iztapalapa, con su INE en mano y la sonrisa de quien está a punto de subir de nivel en la vida. Salió con su caja sellada, flamante, reluciente. El sol brillaba más fuerte, los tamales olían más sabrosos, y hasta el señor del puesto de películas piratas le guiñó el ojo como diciendo: “Ya eres de los grandes, chavo.”
Pero la CDMX, como siempre, tenía otros planes.
Subió al camión rumbo a casa, con la caja bien abrazada, como si fuera un bebé recién nacido. No le había puesto ni el chip, ni la mica, ni la funda. Estaba nuevecito, virgen de huellas. Y justo en la esquina de Periférico y Ermita, se subieron dos tipos con sudaderas negras y mirada de pocos amigos. Uno sacó una pistola. El otro gritó: “¡Ya se la saben, celulares y carteras!”
Kevin, paralizado, sintió cómo el mundo se le caía encima. No opuso resistencia. Extendió la caja, aún con el ticket de compra adentro. Los rateros se bajaron con su tesoro, y él se quedó ahí, con las manos vacías y el corazón hecho trizas.
Llegó a casa sin decir palabra. Su mamá le preguntó si quería cenar, pero él solo se encerró en su cuarto. Miró el contrato de Elektra, donde decía que debía pagar 440 pesos cada semana por 152 semanas, aunque ya no tuviera el celular. El iPhone que nunca fue.
Ahora, Kevin no sabe qué hacer. No tiene seguro, no tiene chip, no tiene esperanza. Solo tiene una deuda y una historia que contar.
¿Y ahora qué puede hacer Kevin?
– Levantar una denuncia en el Ministerio Público. Aunque no siempre se recuperan los objetos, es importante dejar constancia.
– Consultar con Elektra si existe algún tipo de seguro o protección contra robo (algunos planes lo incluyen, aunque no siempre lo mencionan).
– Evitar dejar de pagar, porque eso puede afectar su historial crediticio. Aunque duela, la deuda sigue.
– Buscar apoyo legal o asesoría gratuita, como en la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), por si hubo alguna omisión en el contrato.
La CDMX es dura, pero Kevin no está solo. Y aunque el iPhone se fue sin siquiera encenderse, la historia apenas comienza.
(Con información de Noticias NR-7 )